Lánzate al agua y deja que te lleve la corriente. Flota pacíficamente mientras miras el cielo azul.
Sumérgete con un movimiento rápido y siente como las burbujas producidas rozan suavemente tus manos. Deja atrás las nimiedades de la superficie, olvida el aire maravillándote con la inmensidad que te rodea.
Quédate inmóvil el tiempo suficiente y pequeños peces de colores nadarán a tu alrededor. Por otro lado, es posible que si nadas un poco te encuentres con algún delfín juguetón, que con graciosos movimientos te llevará entre arrecifes y roqueríos submarinos. Ante ti se extiende un espacio de infinito azul.
Sumérgete en la profundidad. Húndete en la vastedad del océano. A medida que avances, una diversidad que nunca habías visto se descubrirá ante tus ojos. Si entre toda variedad desplegada frente a ti logras distinguir al Cangrejo, no olvides preguntarle si es inmortal. Continúa adentrándote y las tonalidades de nácar y tornasol irán siendo reemplazadas por las sombras de lo profundo.
Asómate al abismo por pocos visto y por muchos temido. Desde aquí no hay vuelta atrás, recuerda que no te hacen falta ambas manos para contar a aquellos que han logrado retornar una vez que han visto lo que yace más allá. Sigue descendiendo y pronto notarás que la luz del Sol apenas alcanza ya para revelar tu siguiente paso. El agua ya no es la sutil caricia maternal que te rodeaba cuando estabas allá arriba, no, ahora se te antoja viscosa y espesa, como si estuviera ahí para dificultar tu penoso andar.
No puedes retroceder. Lo único que te queda es seguir reptando en la oscuridad escabrosa que todo abarca en el reino de las profundidades. Usa toda tu fuerza de voluntad para seguir adelante, es lo único que te queda, pues tus sentidos ya no te responden. No hay ningún tipo de percepción sensorial. Ningún sonido alcanza tus oídos. Ni siquiera sabes si tus ojos están abiertos o cerrados. No tienes la certeza de que aún permaneces con vida, ni mucho menos de que la cordura no ha abandonado tus pensamientos. Incluso has olvidado de qué forma estabas desplazándote. ¿Caminando? ¿Nadando? ¿Acaso llegaste hasta acá por tus propios medios? Comienzas a dudar de aquello que parecía seguro en tu memoria, esos pececillos de colores y aquel simpático delfín. Tal vez siempre has estado inmerso en las tinieblas primigenias, quizá acabas de despertar de una alucinación y en realidad nunca has salido de este lugar.
Un microscópico lucero se enciende frente ti. Esa minúscula estrella parece querer hacerte recordar lo que has dejado atrás, te confirma que allá arriba hay Alguien que espera que regreses. No debes cejar, avanza con vehemencia hacia el fulgor que ha aparecido frente a ti. Mientras conserves la vida, existe una esperanza, no olvides que la Muerte alcanza sólo a aquellos que ceden por la flaqueza de su débil voluntad. El lucero parece apagarse poco a poco. Cada vez se hace más tenue, ¿No te das cuenta de que se está alejando? ¡Rápido, persíguelo, de lo contrario nunca saldrás de aquí! Sigue nadando tras aquella luz diminuta, gracias a su resplandor consigues nuevamente distinguir tus manos cansadas, que empujan con vigor el agua hacia atrás. Es inútil, por más que lo intentas, no logras llegar a dónde está la luz. Con tus esfuerzos has logrado que su brillo deje de menguar, pero jamás recuperará la luminosidad que tenía la primera vez que lo viste. Aún así no abandones la persecución, la locura te devorará si lo haces, porque te verás nuevamente envuelto en la oscuridad insondable.
Ya sabes lo que tienes que hacer. Sí, deja de evitar ese pensamiento, esa sospecha que anida en lo profundo de tu mente es tu única salvación. Debes apresar a ese esquivo lucero antes de que logre alejarse más. Debes apropiarte de él, tiene que ser tuyo, no lo compartas con las tinieblas, somételo a tu voluntad, captúralo y esclavízalo, no importa que él quiera alejarse, no te importan sus anhelos, sus sueños de libertad o su albedrío. Matar o Morir. Ahora que lo sabes y lo has aceptado, puedes sentir como una nueva energía recorre tu maltrecho ser. No necesitas hacer ningún tipo de esfuerzo sobrehumano para aumentar drásticamente tu velocidad y sobrepasar a aquella luz que esta hace unos momentos te parecía inalcanzable. No hay nada de malo en darte el lujo de jugar unos momentos con el lucero antes de capturarlo definitivamente. Atrápalo y déjalo ir, así sentirás nuevamente el placer de la captura, de aquel instante en que tu presa no tiene más opción que entregarse a tu voluntad. El cruel regocijo te fortalece, tus sentidos empiezan a volver a medida que te diviertes a costa de la desdichada luz. Ahora no sólo puedes ver tus extremidades iluminadas, también te parece escuchar sonidos de otros habitantes de las lúgubres profundidades, sientes las corrientes submarinas refrescando tu piel y hasta saboreas el agua deliciosamente salada cuando asomas la lengua para relamerte en el deleite de liberar y atrapar incontables veces al lucero, que aún intenta escapar de tus manos implacables.
Ya es suficiente, deja de jugar con esa luz y comienza a nadar de vuelta a la superficie. Pero no bien te haces la idea, notas que algo falta. No puedes volver sin saber qué es lo que había al final, ¿Un barco hundido? ¿Una ciudad sumergida? ¿Tal vez un reino submarino? ¿O un dios durmiente que espera una alineación astral para despertar de su sueño sepulcral? Aferrando fuertemente al lucero en tu puño, retomas la ruta descendente. Ahora tienes una luz en tu poder, que además de iluminar el camino, satisface tu morboso deseo de control. Nada te amedrenta. Mientras bajas, te preguntas cuánto tiempo has estado sumergido, pero no hay forma de saberlo. Si acaso sólo han transcurrido unos segundos, o has estado aquí por meses, pero comienzas a darte cuenta de que en realidad no te interesa. Inmerso en tus pensamientos, transmites demasiada fuerza a tu puño. El lucero encerrado aumenta su fulgor por un instante que se te hace insoportable, pero de inmediato se apaga con un crujido. No sabes si lo rompiste o lo mataste, ya que, para empezar, no tenías la seguridad de que estaba vivo en realidad. Y ahora que se apagó, notas que en realidad lo único que hacía era encandilarte y embotar tu mirada. Tus ojos ya han aprendido a ver a través de la oscuridad. Por primera vez miras a tu alrededor y ves a la eternidad a la cara. Nada se interpone entre tú y el maligno infinito de la profundidad. De súbito, notas que tienes los dedos palmeados, que tu piel ha adquirido una tonalidad verdosa y que algo parecido a una aleta crece en tu espina dorsal. No necesitas volver, ya estás en tu génesis. Otros como tú se te acercan y ya no tienes dudas: Aquí es donde perteneces.
Perteneces al Piélago de Males.
Sumérgete con un movimiento rápido y siente como las burbujas producidas rozan suavemente tus manos. Deja atrás las nimiedades de la superficie, olvida el aire maravillándote con la inmensidad que te rodea.
Quédate inmóvil el tiempo suficiente y pequeños peces de colores nadarán a tu alrededor. Por otro lado, es posible que si nadas un poco te encuentres con algún delfín juguetón, que con graciosos movimientos te llevará entre arrecifes y roqueríos submarinos. Ante ti se extiende un espacio de infinito azul.
Sumérgete en la profundidad. Húndete en la vastedad del océano. A medida que avances, una diversidad que nunca habías visto se descubrirá ante tus ojos. Si entre toda variedad desplegada frente a ti logras distinguir al Cangrejo, no olvides preguntarle si es inmortal. Continúa adentrándote y las tonalidades de nácar y tornasol irán siendo reemplazadas por las sombras de lo profundo.
Asómate al abismo por pocos visto y por muchos temido. Desde aquí no hay vuelta atrás, recuerda que no te hacen falta ambas manos para contar a aquellos que han logrado retornar una vez que han visto lo que yace más allá. Sigue descendiendo y pronto notarás que la luz del Sol apenas alcanza ya para revelar tu siguiente paso. El agua ya no es la sutil caricia maternal que te rodeaba cuando estabas allá arriba, no, ahora se te antoja viscosa y espesa, como si estuviera ahí para dificultar tu penoso andar.
No puedes retroceder. Lo único que te queda es seguir reptando en la oscuridad escabrosa que todo abarca en el reino de las profundidades. Usa toda tu fuerza de voluntad para seguir adelante, es lo único que te queda, pues tus sentidos ya no te responden. No hay ningún tipo de percepción sensorial. Ningún sonido alcanza tus oídos. Ni siquiera sabes si tus ojos están abiertos o cerrados. No tienes la certeza de que aún permaneces con vida, ni mucho menos de que la cordura no ha abandonado tus pensamientos. Incluso has olvidado de qué forma estabas desplazándote. ¿Caminando? ¿Nadando? ¿Acaso llegaste hasta acá por tus propios medios? Comienzas a dudar de aquello que parecía seguro en tu memoria, esos pececillos de colores y aquel simpático delfín. Tal vez siempre has estado inmerso en las tinieblas primigenias, quizá acabas de despertar de una alucinación y en realidad nunca has salido de este lugar.
Un microscópico lucero se enciende frente ti. Esa minúscula estrella parece querer hacerte recordar lo que has dejado atrás, te confirma que allá arriba hay Alguien que espera que regreses. No debes cejar, avanza con vehemencia hacia el fulgor que ha aparecido frente a ti. Mientras conserves la vida, existe una esperanza, no olvides que la Muerte alcanza sólo a aquellos que ceden por la flaqueza de su débil voluntad. El lucero parece apagarse poco a poco. Cada vez se hace más tenue, ¿No te das cuenta de que se está alejando? ¡Rápido, persíguelo, de lo contrario nunca saldrás de aquí! Sigue nadando tras aquella luz diminuta, gracias a su resplandor consigues nuevamente distinguir tus manos cansadas, que empujan con vigor el agua hacia atrás. Es inútil, por más que lo intentas, no logras llegar a dónde está la luz. Con tus esfuerzos has logrado que su brillo deje de menguar, pero jamás recuperará la luminosidad que tenía la primera vez que lo viste. Aún así no abandones la persecución, la locura te devorará si lo haces, porque te verás nuevamente envuelto en la oscuridad insondable.
Ya sabes lo que tienes que hacer. Sí, deja de evitar ese pensamiento, esa sospecha que anida en lo profundo de tu mente es tu única salvación. Debes apresar a ese esquivo lucero antes de que logre alejarse más. Debes apropiarte de él, tiene que ser tuyo, no lo compartas con las tinieblas, somételo a tu voluntad, captúralo y esclavízalo, no importa que él quiera alejarse, no te importan sus anhelos, sus sueños de libertad o su albedrío. Matar o Morir. Ahora que lo sabes y lo has aceptado, puedes sentir como una nueva energía recorre tu maltrecho ser. No necesitas hacer ningún tipo de esfuerzo sobrehumano para aumentar drásticamente tu velocidad y sobrepasar a aquella luz que esta hace unos momentos te parecía inalcanzable. No hay nada de malo en darte el lujo de jugar unos momentos con el lucero antes de capturarlo definitivamente. Atrápalo y déjalo ir, así sentirás nuevamente el placer de la captura, de aquel instante en que tu presa no tiene más opción que entregarse a tu voluntad. El cruel regocijo te fortalece, tus sentidos empiezan a volver a medida que te diviertes a costa de la desdichada luz. Ahora no sólo puedes ver tus extremidades iluminadas, también te parece escuchar sonidos de otros habitantes de las lúgubres profundidades, sientes las corrientes submarinas refrescando tu piel y hasta saboreas el agua deliciosamente salada cuando asomas la lengua para relamerte en el deleite de liberar y atrapar incontables veces al lucero, que aún intenta escapar de tus manos implacables.
Ya es suficiente, deja de jugar con esa luz y comienza a nadar de vuelta a la superficie. Pero no bien te haces la idea, notas que algo falta. No puedes volver sin saber qué es lo que había al final, ¿Un barco hundido? ¿Una ciudad sumergida? ¿Tal vez un reino submarino? ¿O un dios durmiente que espera una alineación astral para despertar de su sueño sepulcral? Aferrando fuertemente al lucero en tu puño, retomas la ruta descendente. Ahora tienes una luz en tu poder, que además de iluminar el camino, satisface tu morboso deseo de control. Nada te amedrenta. Mientras bajas, te preguntas cuánto tiempo has estado sumergido, pero no hay forma de saberlo. Si acaso sólo han transcurrido unos segundos, o has estado aquí por meses, pero comienzas a darte cuenta de que en realidad no te interesa. Inmerso en tus pensamientos, transmites demasiada fuerza a tu puño. El lucero encerrado aumenta su fulgor por un instante que se te hace insoportable, pero de inmediato se apaga con un crujido. No sabes si lo rompiste o lo mataste, ya que, para empezar, no tenías la seguridad de que estaba vivo en realidad. Y ahora que se apagó, notas que en realidad lo único que hacía era encandilarte y embotar tu mirada. Tus ojos ya han aprendido a ver a través de la oscuridad. Por primera vez miras a tu alrededor y ves a la eternidad a la cara. Nada se interpone entre tú y el maligno infinito de la profundidad. De súbito, notas que tienes los dedos palmeados, que tu piel ha adquirido una tonalidad verdosa y que algo parecido a una aleta crece en tu espina dorsal. No necesitas volver, ya estás en tu génesis. Otros como tú se te acercan y ya no tienes dudas: Aquí es donde perteneces.
Perteneces al Piélago de Males.

LA wea terrible de vola.. pero Buenisimo!! grats nico!! sigue escribiedo ;)!!
ResponderEliminarGracias por los ánimos (y el primer comentario de este blog), es agradable saber que hay gente que me lee. ¿A quién debo el honor, que "lol" no es precisamente un nombre que me permita una identificación rápida? xD
ResponderEliminarEstimado camarada: descubrir sus huellas en esta tierra virtual me ha llenado de profunda alegría. Veo que lentamente ha decidido abandonar el silencio para regalarnos parte de sus vivencias. Aplaudo el valor y por supuesto aplaudo la calidad de sus escritos. Ahora que conozco su paradero iré desperdigando algunos comentarios que espero sean bienvenidos. Lamento informarle que la película o imagen que acompaña su texto no es visible en mi destartalado artefacto de comunicación, creo incluso que la lectura que he realizado puede ser distinta a la esperada. Me llaman la atención sus esdrújulas, me llaman la atención sus ti con tilde. Tiendo a hacer lecturas existenciales, y por ello la luz que se rompe en aquella mano es para mí la esperanza que se destruye a pesar de estar aferrada. Me gustaría conocer sus intenciones detrás de este texto.
ResponderEliminarÚltimo comentario: hermoso el título de su escondite.
Un abrazo cordial
Mr. Percival Orsen Lilith Lam-Ofur
Sencillamente alucinante. Me encantó.
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